viernes, 23 de marzo de 2012

Polipiel

Andando hacía mi trabajo me suelo meter por una callecita que huele a orín de indigente y a porros. Vamos, a centro de Madrid. El olor a porros suele venir de un grupo de parados de larga duración que fuman sentados en un portal, pero eso es lo de menos. 
Hoy iba caminando, por esa calle,  pensando en cosas importantes : como en la teoría de cuerdas, en que mi vestido rojo a la luz me parecía muy rojo y en procurar no caerme, cuando de repente he visto algo que me ha dejado perpleja, anonadada, ojiplática. Un travesti, de por lo menos dos metros, con unas piernas como columnas dóricas, jónicas y corintias, llamando a un portal. Hasta ahí todo normal. Pero mi asombro se ha desatado cuando, por la puerta, aparece un señor de unos treinta años de edad, bastante guapo y echando una peste a maricón que tiraba para atrás. Bien, pues al salir le ha pegado un morreo al bigardo con carmín que los de los porros se han levantado y se han ido a buscar trabajo. 
Y yo me pregunto ¿qué tipo de relación puede tener un maricón y un travesti? No sé, imagino que parecida a la que puede tener un perro y un delfín. Ninguna. 
Pero así es amigos, todo es posible. Está pasando. El amor no entiende de botas blancas de polipiel que cubren unos pelos de las piernas como el bigote de María del Monte. El amor no tiene fronteras y sino que se lo pregunten al marica de pelo perfecto y cuerpo escultural. Y no es por nada pero su beso a la del pelucón parecía bastante sincero. Parecía decir: ¡Te quiero coño!
Vale que un travesti es un hombre y que a los maricas les gustan los hombres. Pero salir con alguien que se disfraza de mujer y se pone unas tetas más falsas que la nariz de "Poyella" no me parece muy común. Pero quizá es eso. Quizá nos pasamos la vida obsesionados por el puto qué dirán. Quizá hemos llegado a un punto en el que malgastamos nuestro tiempo pensando y haciéndonos preguntas que no vamos a saber contestarnos jamás. Quizá hablamos más que vivimos.
Desconozco lo que pensaréis vosotros. Pero a mí estas dos personas me han dado una extraordinaria e inusitada lección. Porque cuando les vi alejarse cogidos de la mano, cuando vi que ni siquiera se fijaban en que todo el mundo les miraba, cuando vi que para ellos dos solo existían ellos dos, me sentí muy bien. 
Lo que más me sorprende es que, con solo un gesto, han echado por tierra todos los absurdos principios con los que llevaba comulgando durante toda mi vida. Así que, después de todo, a lo mejor ha llegado el momento de arriesgar un poco. O tal vez no. No lo sé. Mañana me lo pienso. 

3 comentarios:

  1. tiene ese puto de erótico todo esto.

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  2. ¿Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?

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  3. Jaaa prima, yo soy un recien llegado a la capi y los provincianos nostamos acostumbraos a esas cosas, esta ciudad no deja de sorprenderme (de hecho no hace falta ir tan lejos, un gay ya me sorprende y cuando me vine lo pasaba mal por que alucinaba con tanto negro por la calle, más fliparían ellos viendo mi cara). Que sera lo próximo un madero majo?
    Las cosas que te desconciertan siempre están guay, te hacen replantearte muchas cosas, me hacen alegrarme de saber que sigo sin entender nada de lo que pasa en esta puta vida.

    Bueno a lo que iba, que te descubrí el otro día por tuiter y he visto que tenias un blog,y me has sacao alguna carcajada en esta insufrible tarde de curro.

    Muy bueno el blog y los tuits!

    @fokychoky

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