jueves, 27 de octubre de 2011

No existen los finales made in Hollywood

Quieres decirle que se quede pero no debes, porque no puedes atarle. No puedes atarte.  Solo hay dos palabras sobrevolando tu mente, esas palabras que te dijo en una época en la que erais verdaderamente felices. De pronto, te encuentras repitiendo para tus adentros todo lo que te gustaría decirle, pero no eres  fuerte, de hecho nunca lo fuiste, al menos no lo suficiente. El valor se fue escapando entre su desidia y tú desapareciste entre su indiferencia.  Le miras y apenas puedes verle, puede que quede algo de lo que tú conociste, haces un esfuerzo por percibir aquello pero no hay ni rastro, simplemente se ha esfumado.

Cierras los ojos y piensas como habéis llegado hasta aquí. Recuerdas el primer beso, ese que hizo que todo tuviese sentido, y repasas cada detalle de ese instante que inmortalizaste en tu mente. Un beso real y a la vez perfecto, un beso que consiguió definiros y que os salvó de vosotros mismos, un beso que os conquisto, que os arrastró y que seguramente os separará.

Vuelves  del mañana al ahora y te encuentras de nuevo con tu realidad, en ocasiones la realidad es una auténtica zorra egocéntrica. Él se incorpora y se dispone a recoger los pedazos de su vida que han quedado en la que un día fue vuestra casa. Una pequeña maleta es suficiente para guardar todo lo que fuisteis. Por tu mejilla resbalan lágrimas que morirán en algún lugar de tu cara, te prometiste no llorar cuando este momento llegase, pero una vez en el no puedes evitarlo. Él te dice que no llores y tú solo piensas en el titánico esfuerzo que hicisteis los dos para hundiros, empujasteis hacía abajo con todas vuestras fuerzas y lo peor es que ni siquiera lo hicisteis juntos.

Se oye el ruido de la puerta, él tira su equipaje en el suelo y respira hondo unos instantes. Tú no puedes mirarle, eres incapaz de ver cómo se va. Entonces es cuando se aproxima y te mira, con ese modo de mirar tan suyo que hacía que te temblasen las rodillas y te sorprendes al ver que todavía es capaz de conseguirlo. Está tan cerca de tu cara que apenas puedes respirar. Te besa y volvéis  por unos instantes a vuestro pasado, un  punto y final que dice todo y a la vez no dice nada. 

La puerta se cierra y tú simplemente piensas que, a veces, las grandes historias de amor empiezan y acaban con un beso. 

lunes, 24 de octubre de 2011

El paradigma romántico

¿Recordáis esas películas antiguas en las que el hombre se esforzaba hasta el extremo para comportarse como un verdadero gentelman?. Películas de una época en la que la palabra romanticismo todavía significaba algo. Habrá gente que tache de machista que un hombre te abra la puerta del coche o acuda furtivamente a tu ventana y arroje pequeñas piedras  en tu alféizar. Ahora si tiran una piedra en tu ventana  lo más seguro es que sea obra de algunos anti-sistema y habrán tirado a dar.

¡Qué bonito era cuando los hombres abrían las puertas a las mujeres! Y no como actualmente que el otro día  un tío en mi universidad me la cerró tan de golpe que casi me deja la nariz como Poli Díaz “El potro de Vallecas”.  Porque es verdad, asumámoslo el romanticismo ya no se lleva, está pasado de moda casi tanto como los zapatos de punta fina o el terciopelo.

Pero no me digáis que no sería maravilloso que por un día pudiésemos vivir en una película de los años 60, cuando aún era erótico que una mujer enseñase las piernas. Ahora estamos tan acostumbrados a ver tetas que cuando sale una famosa que no ha enseñado su anatomía es como si le faltase algo y lo que le falta es la portada en Interviú.

Antes se llevaban las cartas, pero en papel , nada de emails, cartas que expresaban mil sentimientos y que contenían el alma de los enamorados que nerviosos volcaban todas sus emociones en ellas.  Ahora no, ahora se liga por tuenti o por facebook, ¡Para qué vamos a esforzarnos si los emoticonos nos lo dan todo hecho!

Ahora es romántico que te dediquen entradas en las redes sociales, y que en vez de canciones de  Sinatra te conquisten con “temazos” de Pitbull. Porque claro, Pitbull  es el rey del romanticismo y lo refleja reiteradamente en su música,  porque esos “Dales” y esas continuas alusiones a  que las mujeres realicemos felaciones son como poemas de Bécquer. Vamos, que  podemos calificarlo como una especie de trovador del siglo XXI. Además ,como todos sabemos, es capaz de contar hasta cuatro y en inglés.

Aunque si nos ponemos a hablar de reggaetón podemos estar hasta que Madrid sea sede olímpica. Yo como fémina puedo decir a voz en grito que estoy hasta los mismísimos ovarios del reggaetón. Además, considero que tiene que atentar contra algún derecho constitucional que existan canciones que relegan a la mujer a coño con patas.

Porque ahora todo ha cambiado antes a un te quiero se le daba el verdadero valor que encierran esas dos palabras. Ahora se dice te quiero , cuando se quiere decir te quiero follar, y lo peor son las variaciones de la palabra como añadirle al final un “mazo” o un “tronca” y por supuesto también se pueden realizar combinaciones con ambos términos “te quiero mazo tronca”.

Así que me rindo a lo evidente: El romanticismo es un mito.  Pero ya os garantizo que no bailaré a ritmo de  reggaetón por ahí sí que no paso. 

domingo, 23 de octubre de 2011

Cuando reírse es una mala idea.

Seguro que a muchos os pasa que no podéis evitar reíros en determinadas situaciones en las que la risa está  totalmente fuera de lugar, porque no procede, porque el asunto en cuestión no tiene ninguna gracia o porque podéis herir los sentimientos de vuestros congéneres.   Pero aún con esas, en muchas ocasiones el cuerpo puede más y acabáis aguantando la carcajada y haciendo muecas en las que se intuye un deformado esbozo de sonrisa que se asemeja bastante a un estreñimiento agudo.

Esos instantes, en los que no lográis contener vuestros impulsos más primarios, os hacen sentir malas personas, gente sin sentimiento o cyborgs con una mínima capacidad de empatía. Momentos en los que imploras a Dios, a Alá o a su puñetera madre que por favor no te haga sufrir más y frene esa carcajada que notas que está llegando desde lo más profundo de tu alma.  Instantes en los que te sorprendes pensando en cosas tristes tales como la tragedia de Fukushima, los niños del tercer mundo o la nariz de Belén Esteban, pero ni con esas logras superar el mal trago.

Por lo tanto, con el fin de solucionar estos “tierra trágame” me dispongo a enumerar la lista de lugares/situaciones en el que las risotadas están más que vetadas:

1-      Cuando un amigo/familiar/o conocido  te relata una  historia  traumática. Por ejemplo: “A  mi hermano le ha atropellado un minibús del imserso , ha perdido todos los dientes y le ha quedado un tic en el ojo derecho de por vida”. No hace falta decir nada más, pero si te ríes te arriesgas a perder el cariño de dicha persona y a quedar como un protozoo carente de emociones.

2-      En un entierro.  Suele ser bastante común pero cabe destacar que en estas condiciones si tienes dotes para la interpretación podrás intentar que tu risa parezca un llanto ensordecedor, pero claramente esto solo es apto para personas con un alto nivel de  destreza teatral.

3-      En una biblioteca. Es inevitable muchas veces encontrarse con este problema en el lugar sagrado para el estudio por excelencia. Pero en ocasiones y sin saber porqué, ves el grano del tío que estudia frente a ti, la legaña de la chica de al lado o lees en tus apuntes una errata, que en otro lugar no te haría ni pizca de gracia, y te empiezas a reír y claro si estás con alguien puedes disimular y hacer como que te ríes con tu “partener” de estudio  y solo quedarás como un maleducado. El problema viene si estás solo, porque si es así la gente se cree que estás pirado y corres el riesgo de quedar como un  forever alone y ser excluido socialmente de la manada.

4-      De  un defecto físico de alguien. Por ejemplo una vez me atendió en una tienda de ropa , no diré la marca, una chica de voz aflautada , vamos que parecía la voz  principal de los pitufos maquineros y no pude evitar dibujar en mi rostro una sonrisa arcaica para después usar la táctica de los niños del tercer mundo, no funcionó.

5-      Cuando alguien se cae. Es verdad no deberíamos reírnos y yo con menos razón , ya que soy el ser humano más patoso del globo terráqueo, pero no podemos evitarlo. Ya sea un anciano, un niño o incluso un discapacitado, es algo superior a la raza humana , en mi opinión debería ser  objeto de estudio en futuras investigaciones de la Universidad de Wisconsin. 

6-      En una iglesia. No sé si será el olor a incienso que desprende la atmosfera eclesiástica o por las miradas del sacerdote al monaguillo o simplemente porque sí. Pero admitámoslo te ríes  y te sientes mal a la vez. Lo peor viene cuando, concentrándote en tus esfuerzos por no desternillarte mientras te tapas la cara con el librillo de los cánticos, subes la mirada  y ves al Cristo crucificado mirándote y ya se te queda mal cuerpo para lo que  te queda de día, independientemente si eres o no creyente.

Tras esta reflexión  y pensándolo bien puede que me merezca un destino lleno de caídas, historias trágicas, iglesias, exclusión social,  una voz de pito fruto de una  sobredosis de hormonas y risas en mi entierro…

jueves, 20 de octubre de 2011

La culpa de todo la tiene Pretty Woman.


Creo que casi todas las mujeres, excepto la Barbie que nació con un Ken bajo el brazo, hemos sentido el influjo de esos malditos domingos en los que te sientes sola, amargada y fea. Esos días que vas a ver una película romántica con una amiga y te retuerces en la butaca viendo como el galán de la pantalla, un chico al que le gusta la música pop-indie y las películas de serieB, se las ve y se las desea para conquistar a una zorra que no hace más que hacerse la interesante y poner gestitos . Lloramos, lo pasamos mal y elevamos al punto de ebullición nuestro odio a todos los enamorados.  Porque esas películas solo te recuerdan que estás soltera, y al final del metraje  solo hay un par de frases sobrevolando tu  trastornada mente “Porque esto no me pasa a mí” y el clásico y demoledor “Voy a morir sola”. Así que vuelves a casa deseándole una enfermedad de transmisión sexual al director de la película, a sus actores y a todo el maldito set de rodaje.

Y yo me pregunto ¿Qué es lo que nos pasa a las mujeres? ¿De verdad necesitamos todos esos románticos actos de fe para tener una relación satisfactoria? ¿Realmente somos Julietas de la era digital esperando a un  que un Romeo llegue y de un golpe de efecto a nuestras vidas?.

La culpa de todo esto la tiene Pretty Woman. Crecimos creyendo que un maromazo forrado, cuya sonrisa puede dejarte menopáusica de la impresión, se va a acercar a una prostituta, que se encontraba haciendo la calle en ese preciso instante, y va a ver en ella todo lo que su chulazo y los 800 hombres que se la han beneficiado pagando no han visto, “que-ella-no-es-como-las-demás-tío”. Porque claramente la peluca rubia y las botas hasta las ingles le demostraban que esa meretriz era diferente de las cientos de miles de putas que estaban trabajando en Rodeo Drive en ese momento, tan simple como que ella era Julia Roberts y el Richard Gere. Ella le salvó a él y él le dio un cheque en blanco y le puso un piso a su nombre en el centro de Beverly Hills. Machismo puro y duro pero nos lo tragamos con patatas y así estamos.

Obviando los motivos que nos han llevado a este estado de enajenación transitoria me da la sensación que algunas de nosotras nos pasamos la vida esperando a que llegue nuestro príncipe azul, ese hombre perfecto que en el tercer acto nos rescatará de nosotras mismas. Ese instante perfecto, con la persona perfecta, en un lugar bucólico a la par que moderno y que bajo unas velas perfumadas que desprenden un aroma a puta primavera nos diga : Eres tú.

Pero tristemente queridas mías  y por mucho que me pese  las películas son películas, los hombres son hombres y nosotras somos tontas.